sábado, 15 de septiembre de 2007

Ponencias 2007

Señora Clara Quirino
Mi nombre es Clara Quirino, hija única del Seños Hipólito Quirino y Juanita Ericio, ambos de cultura Guaraní. En su juventud residían en Camiri Bolivia, hasta que decidieron trasladarse a un pueblo llamado Barro Negro, pueblo en donde nací y resido actualmente.
En aquel lugar, pudieron ver el espacio perfecto donde la naturaleza y el hombre se conjugan, en mutua complementación.
En mis épocas, se iniciaba la escuela Primaria a los ocho años. Mis primeros y verdaderos maestros del pre-escolar fueron el monte, el aire y el sol.
Recuerdo cómo la mirada de mi madre , fijos en los míos emanaban fuerza, entusiasmo y por sobre todo valentía. De niña no comprendía por qué aquellos sin una palabra solicitaban que sea de ese modo, de grande una vez enfrentada ante el esfuerzo pude comprenderlos.
Mi padre, también a diario siempre pudo mostrarme de diferentes modos algo nuevo, ya sea extendiendo su índice apuntando algún secreto, una ceja levantada solicitando mi atención o simplemente su palma extendida ofreciendo el aroma de una planta curativa.
Fue en 1957 cuando inicio mi educación formal y donde comienzo a sentir sobre mí la mirada de los blancos.
De niña se trataba sólo del aislamiento de otros niños, docentes y directivos. Pero con los años pude comprender que no sólo se trataba de eso, puesto que en mí como en otras compañeras de mi comunidad estaba impreso otro rótulo, el de “mujer”.
Allí descubrí lo que los profundos ojos de mi madre solicitaba de mí, no se trataba sólo de una simple fuerza y valentía sino de una fuerza que sea capaz de enfrentar a aquello que no todas las mujeres no pueden hacerlo.
A lo largo de la historia pudo observarse una dicotomía genérica, se trata de una constante que sirve para significar u expresar las relaciones de poder.
Es verídico y podría decirse absurdo si negamos que a pesar de encontrarnos en un mundo Moderno o como otros opinan Postmoderno, sigue existiendo la supremacía del género masculino sobre el femenino. Aquellas denominaciones de marido, ser esposa “de” o el antiquísimo pero sobreviviente denominación de “pater familia” .
Ellos siempre en la cúspide dirigiendo e incluso maltratando física o espiritualmente, ubicando a la mujer en una base inferior. A pesar de ser el género femenino el que permite en nuestra comunidad la organización y unión familiar.

Profesora Nelda Lorena Aliaga Ortega
Si reflexionamos nosotras, las mujeres somos la base, el cimiento que permite que muchas cosas se mantengan firmes. Es por ello que creo que el lugar de la mujer en la vida social no es un producto de lo que ella hace sino del significado que adquieren sus actividades.
De cuerdo a esa toma de conciencia es que la Señora Quirino como mujer originaria, dirigente tomó conciencia y observa que muchas veces vamos por la vida como perdidos en un desierto perseguidos por nuestras pequeñeces y miedos tratando de huir de ellos, cuando no hacemos más que huir de nosotros mismos.
Lo que quiero decir es que debemos enfrentar a esos miedos no en pos de combate sino para reflexionar sobre la incertidumbre que nos ha acompañado a través de toda la historia y que se ha manifestado en lo más profundo de nuestra cultura.
A continuación les relataré un breve cuento que expresa de manera sencilla el trabajo no sólo de la mujer sino de todo hombre originario.

En cierta ocasión un hombre se perdió en el desierto. Después de muchos días, la sed y el cansancio le hacían sentir que pronto moriría. Había perdido toda su fuerza y caminaba lentamente tratando de llegar a cualquier lado, sin esperanzas.
De repente desde la altura de una pequeña meseta vió una casa blanca...sintió que las fuerzas le volvían, corrió lleno de ansiedad, empujó la puerta y entró.
Y al entrar sintió una felicidad y una paz tan grande como jamás había sentido.
De repente, en medio de su regocijo, una enorme mano le arrancó de la casa y le puso de nuevo en el desierto.
Lleno de pena, el hombre empezó a caminar a paso lento.
Caminó día y noche, con angustia y miedo, que luego, con el calor y el cansancio de los días, se fue convirtiendo en pena... ¿Dónde estaba ese mágico lugar? ¿Había realmente estado allí? ¿Existía?
Abrazado por el sol candente empezó a desfallecer. Todo parecía haber sido solo un sueño, una quimera, ya nada le parecía real, ni siquiera sabía si él mismo existía, no sabía quién era, ni qué hacía en medio de esa inmensidad.
Mas de repente y cuando ya no lo esperaba, la casa frente e él.
Estando dentro volvió esa paz y esa alegría sin límites. Había regresado al hogar. Ya nada importaba, las dudas y los sufrimientos del pasado.
Y aunque aún no supiera quién era él mismo, sabía que estaba ahí.
Pasó largo rato y de pronto la mano le arrancó del hogar y le puso de nuevo en el árido desierto.
No sabía qué pensar... desconcertado empezó a caminar, esta vez con más prisa y con la seguridad que en algún lugar del inmenso desierto, el hogar lo esperaba.
Sufrió los dolores y las penas de siempre, el calor y el cansancio le agotaron y le hicieron caer y levantarse. Caminó hasta casi morir. Y nuevamente al encontrar la casa, entró en ella y encontró esta vez por más tiempo, esa paz y esa felicidad inmensa.
La mano nuevamente lo puso en el desierto
El sufrimiento... ese compañero suyo vino muy pronto y lo acompañó durante todo el camino. Pero esta vez, el hombre sabía que había que recorrer esos caminos muchas veces y empezó a encontrar belleza en cada grano de arena, en los rayos del sol y en los pequeños pedruscos del desierto y así fue dejando al caminar las huellas que le permitirían regresar al hogar que ansiaba .
Caminó más aprisa, al caerse se levantó con más fuerza, y así, el buscador anhelante regresó al hogar.
Esta vez estuvo más tiempo y se llenó de un gozo nuevo, más de repente ... la mano lo agarró y lo puso nuevamente en el desierto.
El hombre supo entonces que así sería la vida. Que la vida sería un caer y levantarse, que siempre habría que ir y venir y que siempre mientras viviera, habría algo nuevo de qué asombrarse, algo pequeño o grande y que en medio de la inmensidad de todo lo que le rodeaba, él , ese pequeño y grande ser humano, ese ser único, tenía la conciencia de existir, de ser cada día mejor, de aprender cada día más, de llegar hacia donde se lo propusiera.


Si analizamos nos daremos cuenta que aún en nuestras pequeñeces, en la inmensidad del universo, somos, existimos y seguimos adelante y que más allá de las barreras que nos limita, somos seres maravillosos, complejamente maravillosos, que tenemos la conciencia de sabernos inacabados y que por eso siempre podemos ser más.
Siempre tratando de entender la compleja realidad humana, lo que hacemos, lo que pensamos, lo que somos, dándonos cuenta que somos seres inacabados que siempre estamos partiendo y llegando y siempre construyéndonos.
Es por ello que nadie puede explicarlo mejo que Ortega y Gaceta a través de la siguiente cita:
“podemos ver una oveja y hemos visto todas las
ovejas, podemos ver un león y hemos visto todos los
leones, pero si vemos a un hombre no hemos visto a
todos los hombre y ni siquiera hemos visto al hombre
que estamos viendo”


cabe destacar que todo gira en torno entre el aprender y enseñar no sólo enseña quien posee un título, todos enseñamos. Es por ello que tanto Clara como yo no encontramos otras palabras que este sencillo poema , puesto que él encierra de manera breve nestro verdadero concepto de enseñanza

Enseñar es aprender
Aprender es trabajar
Trabajar es servir
Y servir es amar

Amar es morir
Morir es vivir
Y vivir es levantarse
Por encima de todas las limitaciones
Que hay en la tierra.

Quien enseña aprende, quien aprende trabaja, quien trabaja sirve y quien sirve ama. Porque el servicio es seguramente la manifestación mas pura del amor. Quien ama, si verdaderamente ama, muere y muere a todas sus pequeñeces y egoísmos y al morir renunciando a sí mismo realmente vive y se levanta por encima de todas las limitaciones.